monti otoño 2013

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Los mandarines y pontífices, la crítica gastronómica y la Red

Llevo en pocas semanas leídos ya media docena de descalificaciones, repletas de improperios, a la crítica, o simple opinión, gastronómica en la Red. Todas ellas de reconocidos comentaristas de los medios escritos de comunicación, algunos incluso críticos (en alguna ocasión). Alguno, incluso autor de meritorios Anuarios.

Es sorprendente el papel que puede deducirse que se pretenden arrogar: el de interpretes únicos de qué está bien y de qué no en el arte del buen comer y mejor beber. Como si el maltrato recibido en un restaurante o su deficiente calidad, nunca reseñados por ellos porque nunca lo sufriran por ser quienes son, no justificara un desahogo. Más: como si el lector de los mismos en alguna red fuera un subnormal incapaz de enterderlo como tal.

Ello además de otro elemento relevante que transcribo de alguien que sabe mucho más que yo aunque esté referido a la Red en general pero es de aplicación: "se echa de menos en su panorama algo más de acento en la vertiente creativa de la Red, que sin duda es importante. Hay gentes, que nunca habrían accedido a publicar en las ágoras que controlan los mandarines de la cultura y el mercado, que ahora publican y con mérito. Y si alguno lo hace por exhibirse es con el mismo derecho que tienen a exhibirse los pontífices de la opinión". Pues eso.

domingo, 16 de enero de 2011

El Ventorro: simpatia y calidad sin carta ni factura (legible)

No abundan en Valencia las buenas casas de comida, esas que permiten comer de forma ligera o contundente, según gustos, con buena calidad a precio aceptable y pueden, por tanto, ser utilizadas con frecuencia. Chacalay cerró por culpa de la burbuja del ladrillo y El Foro no ha llegado a igualarlo. El Ventorro, un bar de toda la vida, ha acabado consolidándose como una opción mejor aunque no sean incompatibles. 

Cocina sencilla bien elaborada, servida con simpatía. Croquetas caseras, arroz al horno, chuletillas, tomate valenciano con anchoas, ventresca, carne de ternera aceptable, pescado fresco según el mercado y platos de similar factura componen la carta simple pero sabrosa al margen del plato del día dentro del cual destaca el cocido (muy lejos, sin embargo, del de La Bola madrileño).

Su éxito entre la pomada, más bien pomadilla, de la City local ha sido tal que el local se ha ampliado a un comedor privado en un piso superior con un resultado poco logrado porque la excesiva distancia de la cocina (dos alturas más abajo) causa que demasiado a menudo los platos se sirvan fríos. No es infrecuente ver entre los comensales de este reservado a bancarios, periodistas y ejecutivos de empresa próximas además de algún que otro político.

Mención especial merecen los vinos que su propietario, Alfredo, busca en las diversas D.O. y sirve con interés y conocimiento. Aun sin compartir su afición por los vinos potentes, comer en El Ventorro es siempre una oportunidad para probar algún caldo no catado.

Este servicio acompañado de grandes dosis de simpatía, convive, sin embargo, con un problema al parecer insoluble (al margen de una ventilación y unos aseos manifiestamente mejorables): conseguir enterarse del precio de cada plato y de cada vino. Sin duda el local cuenta con carta de unos y de otros pero es el propietario el que canta lo que ofrece cada día sin razón aparente porque casi siempre es lo mismo según la temporada y al margen del plato semanal diario. Y el cante se hace sin indicar precio alguno de ninguno de los platos, ni menos de los vinos propuestos de los cuales también es imposible saber su precio. 

Llegado el momento de pagar, el misterio tampoco queda desvelado. Lo único legible de factura, no modesta pero tampoco de escándalo, es la cantidad total. El motivo de este comportamiento me resulta desconocido. Pero irrita. Junto a la elevación de precios de hace un par de años coincidiendo con su transformación en casa de comidas -en pocos meses quedaron duplicados-, y la pérdida de calidad de las croquetas antes extraordinarias y ahora sólo buenas, le han hecho perder parte de su encanto. No obstante, la limitada competencia en el centro de la ciudad y en su segmento le permite seguir siendo una de las opciones preferidas de muchos.
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El Ventorro. Calle Bonaire, 8 VALENCIA Tel. 963 527 401

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