monti otoño 2013

monti otoño 2013
Los mandarines y pontífices, la crítica gastronómica y la Red

Llevo en pocas semanas leídos ya media docena de descalificaciones, repletas de improperios, a la crítica, o simple opinión, gastronómica en la Red. Todas ellas de reconocidos comentaristas de los medios escritos de comunicación, algunos incluso críticos (en alguna ocasión). Alguno, incluso autor de meritorios Anuarios.

Es sorprendente el papel que puede deducirse que se pretenden arrogar: el de interpretes únicos de qué está bien y de qué no en el arte del buen comer y mejor beber. Como si el maltrato recibido en un restaurante o su deficiente calidad, nunca reseñados por ellos porque nunca lo sufriran por ser quienes son, no justificara un desahogo. Más: como si el lector de los mismos en alguna red fuera un subnormal incapaz de enterderlo como tal.

Ello además de otro elemento relevante que transcribo de alguien que sabe mucho más que yo aunque esté referido a la Red en general pero es de aplicación: "se echa de menos en su panorama algo más de acento en la vertiente creativa de la Red, que sin duda es importante. Hay gentes, que nunca habrían accedido a publicar en las ágoras que controlan los mandarines de la cultura y el mercado, que ahora publican y con mérito. Y si alguno lo hace por exhibirse es con el mismo derecho que tienen a exhibirse los pontífices de la opinión". Pues eso.

domingo, 26 de julio de 2009

El último en EB: El Parisien (Valencia)

Como muchos saben, existe en la plaza de la Bastilla de París, esquina con la rué Saint-Antoine, una excelente brasserie con el nombre de Le Café Francais. Lo que es menos conocido es que, entrando por la puerta lateral situada en esa calle, el local cuenta con una sección de pastelería de venta directa al público de calidad espectacular. Carece de la presentación del cercano Lenôtre, traiteur de luxe, o de la fama de la boulangerie del 28 del boulevard Beaumarchais, pero con la excepción de la religieuse de Dayollau, su oferta es de lo mejor que he sabido encontrar en París. Pues bien, aunque les pueda parecer exagerado, y aunque es evidente que el marco urbano es otro –sin necesidad de adjetivar–, los productos de El Parisien en sus dos locales de Valencia (Guillem de Castro 63 y el abierto esta primavera en Salamanca 2) resisten más que aceptablemente la comparación con el local parisino.

Al tener una oferta variada resulta difícil destacar unos productos sobre otros. Los gustos de cada cual son un mundo incomparable. Pero en mi caso, subrayaría la calidad de los pasteles de frutas con base de hojaldre, un bocado de Francia al lado del Turia, y el Kouglof con ese sabor y forma inconfundibles en un pastel al parecer de origen austriaco pero que algunos reposteros franceses han sabido copiar hasta superarlo al restarle contundencia. Al margen queda una oferta de pan –de verdad– de diferentes variedades (y calidades) sólo superado por los hornos franceses de clientela norteafricana (y no me pregunten las razones). Lo cual en Valencia es más que mucho dado el maltrato que recibe este producto básico y fundamental en la gastronomía.

Porque por razones insondables para mi, el que venden todos los hornos que conozco (incluso en el Casani de Jorge Juan) suspende de manera clamorosa. En algunos, incluso, me atrevo a afirmar que el producto que ofrecen con ese nombre debiera entrar en el terreno del delito de estafa. No son estas dos las únicas pastelerías francesas que hay en Valencia. Otras, Lambert por ejemplo, mantiene una buena calidad y además producen en navidades una muy meritoria Gallete des Rois. Pero en mi modesta opinión no alcanza la que he podido encontrar hasta ahora en El Parisien (el que frecuento es el de Salamanca). Lo único que no me gusta es ese nombre compromiso entre dos idiomas. Al margen claro, del nada estético cartel triciclo que usan para publicitar sus locales. Pero no es cuestión de fijarse en pequeños pormenores cuando lo que se tiene dentro es tanto y tan bueno.