monti otoño 2013

monti otoño 2013
Los mandarines y pontífices, la crítica gastronómica y la Red

Llevo en pocas semanas leídos ya media docena de descalificaciones, repletas de improperios, a la crítica, o simple opinión, gastronómica en la Red. Todas ellas de reconocidos comentaristas de los medios escritos de comunicación, algunos incluso críticos (en alguna ocasión). Alguno, incluso autor de meritorios Anuarios.

Es sorprendente el papel que puede deducirse que se pretenden arrogar: el de interpretes únicos de qué está bien y de qué no en el arte del buen comer y mejor beber. Como si el maltrato recibido en un restaurante o su deficiente calidad, nunca reseñados por ellos porque nunca lo sufriran por ser quienes son, no justificara un desahogo. Más: como si el lector de los mismos en alguna red fuera un subnormal incapaz de enterderlo como tal.

Ello además de otro elemento relevante que transcribo de alguien que sabe mucho más que yo aunque esté referido a la Red en general pero es de aplicación: "se echa de menos en su panorama algo más de acento en la vertiente creativa de la Red, que sin duda es importante. Hay gentes, que nunca habrían accedido a publicar en las ágoras que controlan los mandarines de la cultura y el mercado, que ahora publican y con mérito. Y si alguno lo hace por exhibirse es con el mismo derecho que tienen a exhibirse los pontífices de la opinión". Pues eso.

sábado, 13 de abril de 2013

Mulandhara: el buen precio, sólo aparente, no lo es todo


Un cruce de correos (privados) con unos de los cocineros valencianos que más admiro me ha llevado a dejar en suspenso -hasta que pueda dedicar tiempo a una reflexión sosegada - mi forma habitual de comentar los aspectos favorables y, sobre todo,  desfavorables de los lugares que visito. Tengo la impresión de que tras ella no modificaré mi enfoque, al fin y al cabo uno es como es y anda siempre con lo puesto, pero como leí a García Márquez los únicos que no están dispuestos a cambiar de opinión son los cretinos y los muertos. Y no me tengo por ninguno de los dos tipos referidos. Y las apreciaciones de quien se mata por salir adelante y está dignificando  la gastronomía valenciana de forma destacada bien merecen un paréntesis.
Viene este prólogo a cuento de mi visita a unos de los restaurantes aparentemente más ilusionantes hoy en Valencia Mulandhara. Liderado por un pequeño y dinámico grupo de jóvenes, en este caso dirigido por Alejandro Platero según leo, de esos que frente a los vientos y mareas que nos azotan están consiguiendo un notable éxito de público en favorable contraste con el tsunami de cierres. 

Ellos, en este caso de forma muy destacada, ya se encargan de difundirlo en las redes sociales pero también pude constatarlo el día que lo visité: el local estaba lleno un día entre semana. A buena hora tuve la ocurrencia de acudir, debo añadir, porque la visita me confirmó que una cosa es llenar los locales y otra, muy diferente, ser gastronomicamente destacable. Vamos, lo ya antiguo de que unos tienen la fama y otros cardan la lana. 

Siguiendo el criterio antes expuesto al inicio, aquí van mis valoraciones con la mínima adjetivación y retórica de la que soy capaz. Por desgracia no hay ninguno positivo, pero por más días que pasan sigo sin encontrarlos.

a) No se puede encontrar la carta con facilidad sin desplazarse al local. La web la tienen en construcción y en las redes sociales que visito no figura en ningún lugar. Encima una vez en el local, uno descubre que se trata de menús de entrantes "sorpresa" que el chef decido como le viene en gana, los que comí impresentables todos, más un arroz o una carne o un pescado.  Y más o menos entrantes según el precio del menú. Todos a mesa completa, como el rancho. 

b) Algunos de las entrantes se sirvan en plato común para meter cada uno su cuchara (y sin cuchara para servirlo). Si uno lo visita con su pareja o con aún amigos aun podría tener un pase (que no lo tiene). Si uno lleva a un cliente, la situación es impropia de un restaurante del año 2013. Resulto imposible pedirla por la falta de atención de las camareras a las (posibles) peticiones de las mesas

c) Los precios de los vinos son triple del precio en bodega. Con esta estructura, su menú de mediodía de 15 euros (el más barato) le puede acabar costando a uno más de doble. Los vinos son interesantes pero triplicar con esa estructura de costes fijos tan mínima (todo a favor del restaurante y nada a favor de la capacidad de elección del cliente),  no tiene para mi otra justificación que querer hacer caja. 

d) El postre que denominan tarta de...es un cuenco repleto de nata con una finísima, y cuando  escribo finísima quiero decir finísima, capa de lo que le da nombre en el fondo. Fui incapaz de encontrar ni una micra de similitud con tarta alguna (y las he comido de infinidad de tipos).

e) Inaceptable distribución de las mesas. Colocar una mesa de dos entre dos de cuatro/seis comensales (como está al fondo del local) es buscarse críticos a bajo coste. Fue mi caso y me parece una falta de respeto absoluta. Otras no tuvieron esa desgracia pero en todo caso hay demasiadas mesas para el tamaño de la sala como se puede ver en las fotos que publicita. (y da la modesta eficacia del servicio). Es cierto que los valencianos/españoles somos ruidosos, pero con unos pocos cubiertos menos se ganaría tal vez reducir irritación entre los afectados por tan interesada como desconsiderada distribución. El gasto realizado en insonorizar vía el techo se va al garete.

f) Nula atención al servicio de mesas. Bajo un aparente servicio amble lo que se esconde es simplemente y tan sólo un servicio de distribución de menús. Como uno tenga la desgracia de que se le caiga al suelo un cubierto, desee  más agua o quiera pagar rápido porque tiene prisa, se le ha hecho tarde o quiera abandonar el local lo antes posible  (por ejemplo) va listo. Ni una mirada para ver si en las mesas falta o necesitan algo. Por supuesto, y en consonancia con todo lo anterior, si uno paga con tarjeta se la llevan para volverla a traer con la terminal en lugar de traer ésta y conseguir así que el cliente no pierda de vista su tarjeta (que es para lo que se inventaron las terminales)

¿Cómo se come? Como dudo que pueda ser objetivo tras una lista de despropósitos como la anterior, simple síntesis de muchos más que podría relatarles, obvio el detalle de este punto.  El plato principal que probé era aceptable pero los entrantes pura filfa uno tras otro, del primero al último. Así que estos jóvenes, tipo Platero, que sin duda es dinámico y tiene gran mérito (económico) pero que gastronómicamente no aporta nada, conmigo que no cuente. Con su éxito (y sus fervientes amigos en la redes sociales) se lo coma.